¿Y ahora qué? El caso de Nadia Nerea ha conmocionado a millones de personas. Primero, por solidaridad con la familia y, después, por indignación al destaparse el engaño, la estafa. Mientras vamos descubriendo qué está ocurriendo con sus progenitores, deberíamos priorizar qué sucede con la persona más vulnerable: la niña. ¿Cómo protegerla? ¿En qué situación queda? Es el momento adecuado para reflexionar sobre las lecciones que nos deja esta historia. Junto a las básicas cuestiones que todo profesional de la comunicación y, más aún, padre o madre deberían replantearse (contrastar la información o donar con cabeza, por ejemplo), rescatamos la justa y digna "revolución de los niños" que defendía el que fuera presidente de la República Checa, Václav Havel, en un discurso pronunciado en Nueva York hace 36 años. El intelectual checo lamentaba entonces que, durante la dictadura en su país, menores supuestamente libres vivían abandonados: "Se encuentran en una situación de pseudoprotección porque sus padres, en nombre y en interés de sus hijos, sea de buena fe, por autoengaño o como mentira consciente, continúan actuando mal y, de hecho, los dañan más que a sí mismos". ¿Manipulamos a nuestros hijos para cometer, en su nombre, actos inmorales? ¿Les estamos robando la infancia?
Actos inmorales en nombre de menores
En su discurso de 1990, Havel denunciaba que "los actos inmorales se cometían en nombre de los niños y se servía al mal por un supuesto bien hacia ellos. Aún he visto mayores perversidades, aunque haya sido sólo en el cine o en la televisión: a Hitler saludando amistosamente a las niñas fanáticas de la Hitlerjugend; al asesino de masas Stalin besando a un niño con un pañuelo de los pioneros, cuyos padres fueron a parar, como tantos otros, al Gulag; al Stalin checo Gottwald, bromeando sonriente con aprendices mineros, constructores del socialismo y futuros inválidos; al presidente iraquí Hussein, acariciando a los hijos de sus rehenes que -según sus palabras- serían fusilados en breve (...) ¡Cuánto mal se habrá cometido en nombre de los niños! Pero también he conocido algo totalmente diferente hace poco, hace tan sólo pocos meses, hace un año, hace dos años. He vivido una magnífica sublevación de niños contra la mentira a la que, supuestamente en su interés, servían sus padres: nuestra revolución antitotalitaria fue -al menos en sus comienzos- una revolución de niños (...) Los niños despertaron en sus padres lo mejor de sí mismos. Demostraron sus mentiras y les obligaron a ponerse del lado de la verdad" (Havel, V., "Discursos políticos", págs. 123-126, Colección Austral, Espasa Calpe, Madrid, 1995).
La inocencia rota no se puede reconstruir
Todo esto "es grave, frecuente y muy injusto", tal y como razona Iván López Casanova (cirujano general y escritor): "Porque a los niños les estamos acortando la infancia, robándosela, poniendo sobre sus hombros problemas que nosotros mismos no sabemos resolver, tratándolos de modo indebido como si fueran adultos chiquititos. Y, como ya advertía Novalis en el siglo XVIII, no hay camino de regreso hacia la ingenuidad, pues se va desplomando la escalera por la que se asciende hacia ella. Así es: una vez que se rompe la inocencia, ya no se puede reconstruir: ¿tienen capacidad los niños para entender que la violencia o la brutalidad sexual de una película solo pretendía una audiencia mayor o que solo intentaba contrarrestar a la competencia o que fue emitida por un error de horario?".
"Hemos echado al niño del jardín de la infancia"
Los profesionales del periodismo y la publicidad deberíamos tomar buena nota; especialmente, de esta otra sabia aportación que nos regala López Casanova: "En su libro 'Educar en el asombro', Catherine L'Ecuyer desvela cierta publicidad perversa en la que 'los niños aparecen en las portadas de las revistas, en los anuncios, en las series, con un aire desenfadado y cínico' y en la cual 'las niñas enseñan poses sensuales cuyo significado todavía no entienden y llevan prendas que no les corresponden por la edad'. Y concluye: 'Hemos echado al niño del jardín de la infancia. Le hemos convertido antes de tiempo en un pequeño adulto'. 'Chiquillos de los tiempos modernos, sois reyes en un desierto', escribe Christian Bobin . O sea, que se les consiente todo, pero se les educa muy poco. En el mismo sentido, concreta L'Ecuyer : 'Hemos perdido el pudor en nuestras conductas y conversaciones en su presencia, le hemos dejado ver lo que no debe, le hemos quitado el miedo a lo espantoso, el disgusto por lo violento y le hemos transmitido una virilidad y una exigencia malentendidas'".
Falta de moral, influencia de la publicidad y falsa libertad
La revolución de la infancia la justifica Iván López de esta forma: "La falta de moral de los adultos, la influencia de la publicidad que tiraniza a los niños como fáciles objetos de consumo -para ello, los adscribe a una edad superior y les crea necesidades artificiales, sofisticadas y caras- y la falsa consideración de que limitar la conducta es reprimir la libertad -con ese criterio absurdo deberían comer sin límites, por ejemplo- son algunas muestras de las muchas injusticias que castigan a la infancia. Por eso se necesita una verdadera revolución para terminar con los atentados contra la inocencia de un niño o una niña y para evitar que les roben sus años felices a base de adelantarles los problemas de la madurez, obligándoles a tomar decisiones cuando no están preparados: las consecuencias obligadas son el desencanto, la tristeza, el bloqueo en su desarrollo y las heridas psicoafectivas tan difíciles de restañar. Los niños necesitan el cariño de sus padres y su confianza -'el niño no tiene fe en el Ratoncito, tiene fe en sus padres', afirma L'Ecuyer -. Requieren de la alegría familiar, que jueguen con ellos y oír cuentos de unos labios, no de un videojuego, antes de dormirse. Necesitan ingenuidad, que sus progenitores carguen con las dificultades graves y que no discutan jamás delante de ellos. Requieren su autoridad -es un derecho-, que respeten y cuiden su pudor delicado -también el familiar y ambiental-. Que sus padres les proporcionen una educación para desvelar paulatinamente los problemas vitales, las infidelidades crueles de la vida -enseñándoles a no juzgar a las personas- y que les formen moralmente, para ayudarles a limitar sus instintos y controlar sus pasiones". Concluimos con él defendiendo "una revolución llena de dignidad: dejar a los niños ser niños".
Como obsequio final, el informe "La infancia vulnerable en los medios de comunicación 2016. Hacia la calidad informativa", que recientemente presentaban Aldeas Infantiles SOS y la FAPE en Madrid, donde expertos analizan el tratamiento informativo en noticias sobre menores vulnerables que han aparecido en la prensa escrita española entre septiembre de 2015 y junio de 2016.
Ahora, tú. ¿Qué opinas del "caso Nadia"? ¿Piensas que es necesaria esa revolución de la infancia que postulaba Havel? ¿Qué más podemos hacer? Recuerda que desde tu rinconcito también puedes -debes- ahogar el mal en abundancia de bien ayudando a embellecer el mundo. Comunica y vuela alto. Hasta pronto, si Dios quiere.
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